por Patricia Ríos
Cuando Laura me cuenta algo sobre la expedición me parece un verdadero delirio, e inmediatamente me dan ganas de sumarme. ¿Pero sumarnos cómo? Pensamientos varios: tal vez tendría que hacer una pasada por los puntos del itinerario, hablar algo más con los expedicionistas, mirar el blog (esto lo hago). Los días pasan y se viene la expedición. Rápidamente organizamos un formato de acción, lo único seguro e inamovible es el puente. El puente de Tolosa: el lugar del encuentro. Varios fabriqueros se suman a la actividad quizás con más dudas que nosotras, sin saber muy bien a qué. Por momentos pensando “si hubiera habido más tiempo”, y por momentos lanzados a la idea que no hay nada que probar de antemano, más que tomar el lugar con lo que queremos hacer. Puro deseo y variables que se multiplican al infinito. Primera salida de campo: Laura, Lucía y yo. El puente hermoso con la luz perfecta de las cinco de la tarde, luz que no será el sábado que nos tomará la noche. La luz, todo un tema. Preguntamos al chico de la barrera la posibilidad de tirar un cable para sacar 220 para una “intervención” que haremos el sábado. Un grupo extraño formamos, mucho no nos entiende. Yo con una peluca de rulos, y Gloria que no para de ladrar. Nos dice que tenemos que ir a boletería, golpear y hablar con el auxiliar. Lo hacemos. Yo sigo con mi peluca, sin saber muy bien por qué, pero habilita la absurda idea de que “la intervención” tiene algo que ver con lo teatral. El auxiliar nos dice que sin el permiso nada. ¿Y dónde se pide el permiso? En Constitución, ventanilla de Atención al cliente. No solo para sacar luz sino para hacer algo en el predio, nada se puede hacer sin autorización en el predio del ferrocarril, menos mal que viniste con tiempo. La verdad, nos dice, me encanta lo que hacen; pero sin permiso nada. Nos vamos riendo, luego de decirle que quizás el permiso ya está pedido, porque es una gente que viene de Constitución a La Plata. El papel nos dice, venite con el papel. Sabemos que estaremos sin permiso. Que quizás nos vengan a sacar y eso forme parte de la acción a desarrollar, sabemos que lo tomaremos y será incluido en lo que suceda; en este nuestro ir al encuentro de la expedición, del lugar público, de lo que encontremos ahí. Como siempre las dificultades en puerta nos confirman que nada nos detiene. Sonreímos y vamos a ensayar en la escalinata mientras pasan los chicos con sus guardapolvos blancos. Se ríen, dudan si pasar o no. Alguien grita desde algún lugar: perras!, con tono lascivo. Mientras Lucía baila y yo trato de asociar cómo sería mirar cada lugar con otros ojos, con ojos ajenos. Laura nos sigue, interviene, nos tira puntas… y Gloria no entiende el juego, pero está ahí, atenta, expectante, mientras el sol cae. El jueves a la noche, será la próxima cita, se sumarán Gaby y Roberto, veremos qué pasa.
Olga Leblón dixit improvisando a dúo con Laura Valencia:
Hoy no nos vamos a detener a hablar de mí, ni de mi acompañante de lujo, muchos ya nos conocen, firmé pilas de autógrafos, cd, de todo ahí en la boletería las pueden retirar… hoy estamos aquí para recibir a los amigos expedicionarios, y yo venía para acá y pensaba en estos paseantes extranjeros, yo misma he sido una extranjera en otros territorios, pero ya dije que no iba a hablar de eso, digo cómo sería encontrarme con estos lugares de la vida cotidiana como si los viera por primera vez? Así como cuando recorro con Eneas la provincia, nos detenemos en cada estación de tren, sus pájaros, sus polvaredas, su cartel, claro que la mayoría no son cómo esta, quiero decir, el tren no pasa, el tren no pasa más, son pueblos que se han quedado sin tren… bueno, decía, cómo sería si viera este puente con otros ojos, con una mirada nueva, virgen, digamos… si mirara estos hierros gigantes por primera vez, flashearía, me preguntaría quién puso la primera piedra, el primer cimiento, quién lo pensó, quién midió, que imaginó para su futuro, qué pies pensó que lo caminarían? Este puente es zarpado… es un delirio… si pudiera recuperar una mirada extranjera, tener otros ojos, por ejemplo me saco los ojos y me pongo tus ojos, esos ojos, nuevos para mí, veo los bulones tamaños bulones, la estructura, sus complejidades, cuánta gente calcularon que pasaría por acá? ¿Qué espíritus lo habitan? Sobre qué o quiénes está levantado este lugar? ¿Qué huellas dejaron? Pueden sentirlas? ¿Qué es un lugar además de un punto geográfico? ¿Quiénes, cuántos, cuales pasaron por acá, por debajo, saltaron, pensaron en saltar, abandonaron la idea, abandonaron un amor, un destino? ¿Qué pasa cuando nosotros nos vamos? ¿Qué queda? ¿Alguien habita en la noche? ¿Algo? ¿Algo nos recuerda?
Olga Leblón era una cantante internacionalmente famosa. Algo le sucedió una noche y su voz cambió para siempre, acabando con su carrera profesional. Algo perdida en una ciudad extranjera entra a un parque de diversiones en el cual conoce a Eneas Murillo, quien se convierte en un inseparable compañero artístico. En una de sus giras conocen La Fabriquera y ya no la abandonan. En su faceta itinerante presentan sus intervenciones en distintos puntos de la ciudad. Olga Leblón es Patricia Ríos.
Eneas Murillo es un doble de riesgo muy codiciado, lo llaman el hombre de las mil cicatrices o el caballero de la muerte. Conoce a Olga Leblón cuando desarrolla el número del cilindro de la muerte, un número de riesgo en una motocicleta que le valió fama y prestigio, de allí ya no se separan y juntos conocen La Fabriquera de la que en la actualidad forman parte con un sinnúmero de espectáculos de variedades y musicales. Eneas Murillo es Roberto Tetamantti.
Jueves 31 de marzo. 14hs sol que raja
Me encuentro con Delia en el puente. Las dos alucinadas por lo espectacular del lugar, las dos cegadas por el sol. Delia imagina que vengamos las tres metidas debajo de una media sombra, como un ser amorfo que se mueve y llega el lugar. Yo imagino el encuentro de ese ser con los expedicionarios. Vi fotos de la salida y me imagino esas dos masas extrañas encontrándose en algún punto: el puente Tolosa. Me gusta. Acordamos un par de cosas, la música será reemplazada por la percusión. Roberto especie de guía por esta expedición por el puente, hará sonido con las dos tapas de cacerolas gigantes que usamos en Noche Cerrada, una obra que hicimos juntas. Acordamos un par de cuestiones espaciales y de ritmo. Unos papeles de colores para tirar desde el puente cuando el tren pasa, a modo de despedida. Nada más. Las dos estamos de acuerdo que con los trajes, el marco de la estación y el encuentro con lo que pase ya está bien. Hay mucho material. Recorremos las escaleras en silencio, pergreñando, las dos entusiasmadas. Pienso en eso que leí en el blogg y ayer comentamos con Laura: la expedición como plataforma de lanzamiento para lo que otros quieran hacer.
Jueves 31 de marzo 23hs. Noche. Niebla.
El puente, la estación, las casas que la rodean, el playón, las luces mortecinas, parecen una postal. Estamos ahora Roberto, Gaby, Laura, Lucía y yo. Esta vez Gloria no nos siguió. La cosa es que el clima nos conmueve. Recorremos en pequeña expedición las escaleras y los posibles itinerarios de cada intervención. Pensamos en una recibida en los andenes del tren con bombos y platillos, todo un poco decadente, con lo que hay. Sabemos igual que el arribo es tan impreciso como nuestra banda. Después, los desplazamientos del desfile. Gaby que entrará y saldrá en varios momentos. Casi como una metáfora pienso ahora. Gaby vive en España, pero antes de eso bailaba y entrenaba en La Fabriquera. Cuando viene siempre con entusiasmo se incluye en alguna actividad. La Fabriquera es un espacio flexible, que cobija a todos los que la han hecho posible. Ahora sin teatro, están la expedición y el puente Tolosa. Y Gaby se suma y aporta con lo suyo. Y es un placer verlo bailar en la noche. Roberto entretanto, siempre asociando con todo, haciéndonos reír con su tonada venezolana. Lucía y sus brazos que brotan de la escalera de cemento. Laura que no para de proponer y olvida el mate en su mano. Nos armamos una hoja de ruta donde todo puede variar conforme a lo que pase con el público, la estación y la llegada de la expedición. Confiamos. Están el código común, la disponibilidad de dejarse atravesar por el momento, y las ganas de que esto suceda y nos signifique.
Sábado 2 de abril
Vamos en moto con Laura en busca de los expedicionarios; pensando en estos apuntes personales, en qué sentido tienen para otros u otras, hasta dónde tiene interés socializar algunos pensamientos o experiencias de estos días. La previa al puente Tolosa. Muchas vueltas hasta llegar a la parrilla, ver las bicis, brindar con cerveza, y perdernos en pequeños diálogos con algunos de los expedicionistas. ¿Salen siempre de bicicleteada o es una promesa? Me pregunta la persona que cuida los autos. Intento una contestación que no le convence. Creo que se queda con que es una promesa, él va todos los días a Luján, me cuenta. Luego seguir, sacar algunas fotos, filmar la rara procesión. Paso a buscar a Marga que quiere pasar antes por la estación, recuerda que sufre de vértigo y no sabe si podrá desfilar en el puente. A las seis nos juntamos en lo de Laura, somos muchos deambulando por los rincones, ocupando todos los espacios vacíos. Ya en la estación, los expedicionistas llegan antes que nosotros, variable que nunca manejamos. Gran desconcierto. No era la idea poner en escena la recibida; sino estar esperando, ver llegar, recibir. Un tiempo incómodo amenizado apenas con vino y con fernet. Después el reloj marca las ocho, la gente se acerca, de a poco. Y sale Robert, ganándole al estado de fiesta fallida que nos tomó por instantes; va con todo, y noblemente nos plegamos. Llega el tren, lo papeles vuelan, yo tiro unas rosas al maquinista que se tapa la cara esperando otro tipo de misil, cuando descubre las flores se queda un instante perplejo, luego sonríe. Miro hacia el andén y veo a una multitud en la que nos mezclamos los actores y bailarines, los expedicionistas y la gente que se juntó tirando papeles al tren, sonriendo, gritando… Escucho unas polcas nostálgicas que salen del acordeón de Lucía, hoy hay dos Lucías. Y siento que algo empieza, que todos nos subimos a algo más que las escaleras del puente. Después es una vorágine, una alegría y un sentimiento de que los posibles son una realidad colectiva.