sábado, 18 de junio de 2011

Lo que está por suceder...


UNA FIESTA DEBAJO DEL MUNDO
Muestra Retrospectiva de La Fabriquera

15 y 16 de Julio de 2011 – Inauguración: 20 hs
Teatro Argentino (51 entre 9 y 10)


Expulsados
Mar de Fondo
Solos de Danza
Visuales: Muestra del único día
Video: Imágenes crudas. La fabriquera. 1995/2011
Cóctel, música, proyecciones e invitados especiales

Investigación, diseño y producción: Patricia Ríos, Luciana Lima, Lucía Savloff
Dirección General: Laura Valencia


Sobre UNA FIESTA DEBAJO DEL MUNDO
La presente muestra será una retrospección sobre La Fabriquera. Celebramos sus quince años y pretendemos homenajear sus esfuerzos, sus ensayos y mutaciones. En lo que va de los preparativos, la misma celebración se está convirtiendo en un nuevo episodio del grupo, y no en uno menor.
Cuando salimos a buscar en el interior del Teatro un lugar viable para hacer la retrospectiva, recorrimos las entrañas del edificio y nos perdimos en pasillos oscuros y escaleras zigzagueantes que conducían a espacios aún en obra. Cuando di con un lugar posible, lo elegí ―entre otras cosas― al vislumbrar lo interesante que sería contrastar el cemento con cuerpos más bien frágiles y descubiertos; los intersticios y huecos de la anatomía humana desafiarían la rigidez del hormigón. Vi, en un pantallazo, mujeres-criptas. Después advertí, además, que el espacio era inabarcable a la mirada; que había que correrse siempre de lugar para ver aún más. Encontré un enorme triángulo escaleno, poblado por columnas de hormigón y recovecos que proponían otro recorrido, y ahí surgió la idea de intentar que el público se traslade y abandone la comodidad del asiento. Imaginé un público paseante, en la noche del subsuelo.
La idea de retrospectiva supone reedición, pero no ignoramos que esa repetición, en el arte, es imposible, y algo más imposible en la danza y en el teatro. En el intento de re editar las obras del pasado, recuperar proyecciones y fotos, mudar escenografías y cuadros, realizar entrevistas, seleccionar música, creamos una nueva obra. Una excursión a un mundo de catálogos y objetos recobrados, una fiesta debajo del mundo.
La Fabriquera hundida circunstancialmente en una esquina de la ciudad se transforma en un inmenso museo laberíntico. El público podrá ver cómo se articularon la danza, la plástica, el teatro y la música, en torno a un proyecto mancomunado que cumple quince años de vida.
Así, una vez más tomamos un espacio cualquiera —esta vez un depósito, más bien un lugar impreciso y ciego del edificio — y lo convertimos en teatro.
Laura Valencia


Sobre LA FABRIQUERA
La década del 90, desoladora como pocas, fue propicia para el agrupamiento, la experimentación y los refugios. La Fabriquera nació en la justa mitad de esa década, en el viejo barrio de la Estación de Trenes, entre los prostíbulos y los remates.
Hay nombres propios ineludibles que hicieron posible ese espacio, pero hay tantos otros, sin los cuales, nada de aquello hubiera existido. La Fabriquera fue un colectivo de trabajo, un ensayo grupal vinculado al arte y a la exposición pública.
No teníamos demasiadas certezas: nos guiaba la improvisación, el entusiasmo y la búsqueda de un lenguaje auténtico.
Con el tiempo, La Fabriquera logró una identidad propia y se multiplicó. Por la antigua casa pasaron los más diversos elencos, músicos de distintas partes del mundo, escritores y poetas de toda laya. La Fabriquera estrenó más de veinte obras teatrales, otras tantas obras de danza, y supo ser el regazo propicio para la difusión de un sin fin de sucesos culturales. Eterna, Expulsados, Siete cabritos, La Frontera, Ultimas cosas, Noche Cerrada, Mar de Fondo; o ciclos como Letras de medianoche y V de variedad, son sólo algunas de las tantas producciones que habitaron el lugar.
En el año 2008 los titulares de la propiedad decidimos vender la casa y La Fabriquera, como experiencia sedentaria, se terminó. ¿Cómo seguir sin un lugar? Esto lo supimos responder haciéndonos una pregunta más adecuada: ¿qué era La Fabriquera? De haber creído que su esencia era la casa, el grupo debió deshilvanarse por completo: lo esencial era la voluntad de estilo. Persistimos. Aún había deseo, y advertimos que eso era más que el techo. La Fabriquera no tuvo más remedio que renovarse, ahora a la intemperie.
La condición itinerante, a la vez, trajo sus novedades, renovó el aire y sumó al grupo nuevos artistas. Así, a partir del año 2009, La Fabriquera comenzó a producir a la deriva, y dio con una nueva identidad nómade.
Proyectos como Falcon Deluxe, Danza a la deriva, La Caja Rodante o El Bosque parece tranquilo, mostraron al grupo más consustanciado con el escenario callejero, el trato con el espectador ocasional y la inclemencia de la urbe. Ya no había luminarias ni escenarios reconfortables; ahora el artificio surgía de la aspereza del paisaje.
En 2010, La Fabriquera estrenó Una promesa, en torno a la trágica muerte de Elisa Brown. Se trata de nuestra última obra teatral, actualmente en cartel. Sus ensayos se realizaron en los espacios más diversos: salas alquiladas, casas particulares, la calle misma. El resultado fue una obra que se hace «con lo puesto», sin parafernalia. Una incógnita, no obstante, nos desvela: ¿qué queda del teatro si le quitamos el teatro? Creo que respondemos eso a cada momento: queda la voluntad de actuar y la decisión de convertir cualquier lugar en un potencial teatro. Por ahora, con eso nos basta. Benedetto Croce encontró que el arte era, esencialmente, expresión: quizá sea esa la razón por la que continuamos.