Fue una figura única en la escena de la danza contemporánea, en busca del misterio inasible que alguien bailando puede transmitir a quien lo mira. Bailó tanto en el Colón como en el Di Tella, fue celebrada en el mundo, llevada en andas por las calles de Buenos Aires y París, admirada por figuras de primera línea, hasta que un día abandonó la escena y todo contacto con ella. Desde entonces, la figura y el legado de Iris Scaccheri es un enigma. El homenaje ideado por Marina Sarmiento es un fabuloso principio para empezar a develarlo.
Por Ale Cosin
“Si queremos que la danza sea arte tiene que decir mucho más de lo que se ve, de tal forma que sus energías sean también recibidas por el no vidente. Los movimientos exactos perturban algunas veces aquello que está mucho más adentro, cuando el movimiento exacto es sólo aparente... Una gota en el movimiento continuo del océano: eso es la danza hecha arte.” Esta sentencia es de Iris Scaccheri, y es una de las frases que inspiraron a Marina Sarmiento a realizar EIR, la obra homenaje a la maravillosa y enigmática bailarina y coreógrafa platense.
El pasado y el presente de la danza experimental argentina se encontrarán en esta pieza, encargo del Centro de Experimentación y Creación (Tacec) del Teatro Argentino (que programa Martín Bauer). No es algo que suela suceder, y es lo que llama la atención: los homenajes son por lo general algo nostálgicos y cargados de solemnidad, muy distantes de lo que se verá en EIR. Un conjunto de eclécticos caminos artísticos confluirán en el escenario para que el resultado sea una obra emotiva, rigurosa, atrapante y bella.
La homenajeada es nada más ni nada menos que una de las artistas míticas de las décadas ‘60 y ‘70: Iris Scaccheri (1949) no dejó indiferente a quien la haya conocido y sigue siendo recordada con admiración por sus seguidores de entonces. Su tan particular personalidad fue desarrollándose desde pequeña, llevándola a tomar decisiones sobre su vida artística que motivaron viajes por todo el mundo con presentaciones en teatros importantes y en festivales alternativos, encuentros con artistas muy famosos que la influyeron pero que esencialmente fueron sus admiradores, y una carrera excéntrica que marcó la estética original de la que hizo gala en sus danzas –principalmente solistas– y hasta en sus escritos o conferencias. Fue amada por el público, que la llevó en andas en París y en Buenos Aires (por la Avenida Corrientes, al finalizar una de sus presentaciones en el Teatro San Martín). Bailó tanto en el Teatro Colón como en el Instituto Di Tella; fue la favorita de la gran coreógrafa alemana Dore Hoyer y modelo de artistas como Antonio Berni, Guillermo Roux, Antonio Pujía, Sara Facio o Susana Thénon. Dirigió teatro –nada menos que a Cristina Banegas– y en 2011 publicó sus escritos –compilados por Aurelia Chillemi– bajo el título Brindis a la danza (Ed. Leviatán).
La encargada del homenaje es Marina Sarmiento (Córdoba, 1979), licenciada en Trabajo Social, bailarina, coreógrafa, productora independiente y coordinadora de diversos proyectos interdisciplinarios. A primera vista, la separan de Scaccheri no sólo tres décadas de historia del arte.
“Al principio, la verdad no sabía qué hacer –confiesa– porque Iris no me era familiar y por momentos se me presentaba casi como una institución. Comencé a investigar. Accedí a pocos registros en video de sus obras, fotografías y notas de prensa de archivos; a su vez, entrevisté a algunas personas que trabajaron o tienen actualmente un contacto directo con ella, como Julio Mancini, Walter Di Santo o Cristina Banegas. Sabiendo que Iris fundamentalmente era una artista solista, convoqué a Lucía Savloff –excelente bailarina de La Plata, dueña de una forma intuitiva e hipnótica de bailar– con la idea primaria de realizar un solo, y a Lucía Fernández Mouján con la que trabajo en otros proyectos hace años, para la asistencia de dirección. Me di cuenta también de que estaba metiéndome de a poco en el universo de una persona y una artista muy especial. No es posible contactarse con ella porque se retiró totalmente de la escena, y el registro de su trabajo es mínimo; todo este contexto agudizó el misterio y también el interés. Entonces, tenía por delante un doble desafío: leer y releer el poco material que circula y dialogar conscientemente con la distancia y el paso del tiempo en pos de realizar un trabajo contemporáneo inspirado en ella.”
¿Cuáles fueron las cuestiones iniciales que se plantearon?
–La pregunta primera fue: cómo y qué homenajear de Iris. No me interesó tomar sus obras acabadas ni intentar reproducirlas. Nuestro proceso se basó en preguntarnos por su voz, en conocer lo que dejó visible o flotando. Recurrimos mucho a las fuentes que la inspiraron, y relatos sobre ella o lo que ella misma cuenta de sus procesos. Así pudimos acercarnos a su universo, saber qué la motivaba a bailar y realizar sus obras, con el intento de traer o recuperar la intensidad de su presencia. Ella no estaba preocupada por el estilo ni lo bello, su preocupación fue que la escena estuviera viva, presente. La segunda pregunta fue en relación a la danza contemporánea, pues si tomamos en cuenta que ella fue un puente entre lo pasado y lo por venir, ¿qué vino después de ella? Y ahora, ¿en qué momento estamos? Nosotros, los jóvenes, ¿cómo hacemos esa relación entre el pasado y el presente de la historia de la danza contemporánea, cuando se supone que ya no hay moldes que romper, que la danza puede ser tanto el movimiento cotidiano, la performance o el ballet?
Eso es todo un tratado sobre la epistemología de la danza. ¿Cómo lo bajaste al escenario?
–Comenzamos a buscar imágenes, objetos, relatos, acciones o movimientos que se vincularan a una posible construcción de un retrato de Iris junto a Lucía Savloff. Esa doble relación entre lo que creíamos que fue Iris, sumado a lo que Lucía traía de sí misma, fue construyendo un vínculo ficcional muy particular. A su vez, hicimos una selección de otros materiales, estudiamos las fotografías capturadas durante sus obras, intuimos su carácter, su presencia por su modo de moverse, posar, escribir, por la fisonomía de su rostro, su cabello despeinado y rojo. Paralelamente al estudio formal, ya venía trabajando con la música con Leonardo Di Gusto, con sonidos envolventes vinculados a la naturaleza, una de las motivaciones de Iris sobre lo que coincido en mi propio trabajo.
EIR es finalmente una obra y un ritual, en la que Lucía Savloff es movida por un espíritu vivaz, una alegría de bailar que traspasa el límite del escenario; es una obra en la que no se representa algo o alguien, sino una concepción única de la danza. Por momentos pequeña, en otros Savloff parece ir dejando una estela que abarca todo el espacio. Lo que sucede en el escenario aunque no es una pieza de la Scaccheri, sí es parte de su legado: una danza que no se percibe sólo con los ojos, sino con todo el cuerpo.
Las funciones de EIR serán el sábado 3 y domingo 4 de marzo a las 21.00 en el Centro de Experimentación y Creación del Teatro Argentino durante el marco de la plataforma para artistas independientes “La Plata Arde”.
(*) Fuente: Suplemento Radar, Página 12. Domingo 26 de febrero de 2012. http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-7723-2012-02-26.html