El grupo cultural platense La Fabriquera está a punto de cumplir quince años de vida, y lleva casi dos sin un espacio físico fijo. Sus miembros analizan las diferencias entre trabajar puertas adentro y hacerlo hacia afuera.
Nunca se hubieran imaginado todo lo bueno que quedarse en la calle les enseñó. A pesar del dolor inicial, y de la pena de tener que despojarse del lugar en el que habían pasado tantos años, personas y anécdotas, hoy rescatan aspectos muy positivos de haber atravesado esas paredes.
Con más de una década de vida, el grupo platense de teatro, danza y música La Fabriquera tuvo que tomar la decisión de vender la casona de calle 2 entre 41 y 42 en la que había funcionado siempre, y probar qué tal resultaba eso de trabajar de manera itinerante, llevando sus producciones a distintos espacios y salas de la ciudad.
Hoy, a pocos meses de “cumplir los 15”, sus miembros se muestran más que satisfechos con todos los trabajos cosechados, y aseguran que convertirse en “nómades” nunca los hizo dudar de la continuidad del grupo.
“Ahora que pasó el tiempo podemos hacer un balance, y vemos que salir a la calle nos permitió comprobar que La Fabriquera es mucho más que un espacio físico, porque pudo trascenderlo y seguir funcionando de la misma manera”, cuenta Laura Valencia, una de las fundadoras, allá por el ‘95, en diálogo con Hoy.
Junto con su compañera Patricia Ríos, que se integró al grupo cuatro años después de su creación, rememoran los primeros momentos después de haber vendido la casa de La Fabriquera, por decisión de uno de los dueños del lugar. “Sentimos un poco de temor por lo económico, por no saber qué pasaría, pero el proceso nos permitió abrir el espectro de trabajo, de espacios y de gente”, señala Laura, que define su manera de trabajar como “muy hacia adentro”, y asegura que nunca hubiera experimentado un “intercambio con el afuera” si las circunstancias no la hubieran obligado.
Desde que se quedó sin sede, La Fabriquera dirige y produce obras de teatro y danza, ensaya en salas prestadas, se presenta en distintos escenarios de la ciudad, brinda cursos y talleres, y organiza distintos seminarios sobre temas muy variados. Sus producciones también circulan en festivales y eventos culturales. En verano, el lugar elegido es la calle propiamente dicha. Sin embargo, el grupo tiene la idea de alquilar o comprar algún espacio en un futuro no tan lejano.
También se manifestaron acerca de los consumidores de espectáculos artísticos como los de La Fabriquera, es decir, por fuera del circuito comercial, como “un público ya constituido, que va a los eventos para encontrarse entre sí”. Hablaron de Capital Federal como “la tierra de las oportunidades para los artistas”, y la calificaron de “mito platense”. En cambio, se mostraron satisfechas de preferir trabajar más a nivel local.
No obstante, hicieron hincapié en lo difícil que es sostener obras de teatro -tanto aquí como en Capital-, “un poco porque faltan espacios; hay muchas más propuestas culturales que lugares físicos para concretarlas, y otro poco porque el teatro lleva mucho tiempo de preparación y ensayos, y luego el tiempo que está en cartelera nunca es suficiente para consolidarse, lo cual impide tener continuidad y tratar los temas con profundidad”.
Por último, y en cuanto a la marca identificatoria de La Fabriquera, Laura y Patricia coinciden en que, precisamente, reside en ser “imposible de encasillar”, porque siempre experimentó y combinó distintos lenguajes dentro del arte.
Mercedes Benialgo
Preparando la fiesta de 15
En diciembre próximo, La Fabriquera cumplirá 15 años y sus integrantes preparan un festejo que incluirá varias actividades. Por lo pronto, fueron invitados a celebrar su cumpleaños en el marco de La Plata Arde, un festival que tendrá lugar en el mes de octubre, en el Teatro Argentino.
La Fabriquera presentará una muestra retrospectiva.